En la publicación, Jacques Wiertz, también Profesor Adjunto Departamento de Ingeniería de Minas de dicha casa de estudios, realiza una analogía entre el ciclo de vida de la mina y la vida de los seres humanos. Revisa la columna aquí:
"Cierre de minas, jubilación y zombis"
"Recientemente se desarrolló en Santiago el Congreso Internacional de Planificación de Cierre de Minas, Planning for Closure 2016. Durante tres días, expertos internacionales de Europa, Canadá, Australia y Sudamérica presentaron diferentes visiones y soluciones para el cierre y la planificación del cierre de faenas mineras. Se debatió extensamente en torno al LOM (Life of Mine o ciclo de vida de la mina) y la necesidad de considerar el cierre en todas las etapas del proyecto, desde la exploración, mucho antes de iniciar las operaciones.
Existe una clara similitud entre la LOM y nuestra vida. Al igual que cualquier mina sabemos que nuestra vida, tarde o temprano, llegará a su fin (al menos nuestra vida terrenal). También sabemos que los recursos minerales son limitados, así como nuestra fuerza vital, y que tarde o temprano, la mina tendrá que cerrar y morir.
Nacemos como un proyecto de nuestros padres, de nuestra familia, tal como la mina nace como proyecto de las compañías de exploración y de las compañías mineras. Durante nuestra niñez y nuestra adolescencia nos preparamos para la vida adulta. Nos educamos, nos formamos para luego entrar en nuestra etapa adulta y productiva. Así, la mina se diseña, se proyecta y se construye para luego entrar a producir. Nuestra etapa productiva puede ser más o menos extensa. A veces, en tiempos de crisis, se ve interrumpida por períodos de cesantía. Del mismo modo, las minas sufren a veces cierres temporales que no significan el fin, sino la suspensión por un período de la actividad productiva.
Pero luego de nuestra vida productiva viene la jubilación. El reciente debate en torno a las AFP nace fundamentalmente del monto insuficiente de los fondos disponibles para enfrentar nuestras necesidades durante esta etapa. Se nos dice que no ahorramos lo suficiente para cubrir las necesidades hasta el final de nuestros días. Una vez terminada la etapa productiva, las minas entran en el período de cierre que vendría a ser como su jubilación. Se requiere todavía una serie de medidas y acciones hasta llegar al final de la vida de la mina. Allí también los fondos disponibles, abonados durante la etapa productiva, son a veces insuficientes para cubrir los costos de cierre. Y si las compañías mineras ya no están dispuestas a cubrir estos excedentes, que hoy representan un gasto importante para algunas de ellas, es el Estado el que tendrá que hacerse cargo de estos pasivos mineros. Para nosotros también es la familia la que tendrá que hacerse cargo de sus abuelitos o, a falta de ello, el Estado o alguna fundación. Lamentablemente como sociedad hemos abandonado demasiado pasivos.
Y luego de la jubilación viene el final, la muerte para nosotros, el post-cierre para la mina y el retorno del territorio a otros usos. Pero tal como lo ilustró Andrew Watson durante el reciente Congreso, hay minas que nunca mueren y que se transforman en verdaderos “zombis” o muertos-vivos, sin dejar nunca de molestarnos, de generar impactos y efectos negativos. Derrames, drenajes ácidos, suelos contaminados, zonas de subsidencia, son algunas señales de estas “minas zombis”.
Una minería responsable es una minería que se hace cargo, desde un principio, de asegurar a las minas una correcta “jubilación” o cierre, sin sobresaltos, bien planificado y financiado, que las llevará a una muerte tranquila, a un traspaso y retorno del territorio a nuevos usos. Esto es en gran parte lo que la Ley de Cierre implementada en Chile ha tratado de resolver. Pero el éxito de la normativa depende de nuestra capacidad de planificar exitosamente el cierre de nuestras minas desde un principio, reconociendo y asumiendo los costos que significa, buscando soluciones innovadoras, técnicamente y económicamente aceptables, y asegurándonos de no transformarlas en “minas zombis”.
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